FUENTES DE TRABAJO ACADÉMICAS: La cara oculta de la democracia. Michael Mann

La historiografía moderna ha sido implacable a la hora de denunciar la criminalidad del comunismo, del fascismo y del nacionalismo en general. No cabe duda que en buena medida se trata de relatos históricos documentados y verosímiles. Sin embargo, ha estado mucho más ciega con los genocidios perpetrados por las democracias occidentales, no menos brutales y también más numerosos. Aquí presentamos un documento que hace una reflexión sobre este tema.

Los límites del reconocimiento y la verdad racional

Las políticas del reconocimiento pueden ser extremadamente complejas. Por un lado, si no se reconoce a una comunidad, pueden darse conflictos extremos. Pero, por otro lado, muchas veces las demandas de reconocimiento pueden basarse en apreciaciones altamente subjetivas, lo que puede dar a una demanda inagotable de derechos que perjudiquen a terceras personas. De hecho, los derechos concedidos a un sector de la sociedad pueden convertirse en obligaciones para otro sector que no está dispuesto a asumirlas. En este sentido, deben fijarse unos límites razonables a cualquier demanda de reconocimiento. Aunque el equilibrio puede ser sencillo en muchos casos, en otros puede ser difícil y en otros imposibles, principalmente cuando los valores del grupo que reclama reconocimiento son los contrapuestos a los de aquellos que deben otorgárselos. Más aún, cuando aquellos que reclaman reconocimiento desprecian absolutamente los valores de la parte a la cual se la reclaman.

Los procesos históricos

La historia no puede entenderse a partir de un único proceso. Se ha de entender, más bien, como la concatenación o interacción de múltiples procesos. En ella intervienen gran cantidad de factores, y cada uno de ellos puede compararse con una piedra que se desprende pendiente abajo por las faldas de la montaña, que va chocando con las demás y que por esta causa se desvía de su camino natural. Así, en su conjunto, todo el mecanismo de la historicidad puede compararse a una avalancha que después se depositará sobre el terreno, formando el momento actual. Uno de estos factores es el de los valores. Los valores, a través de los sistemas de creencias, se materializan en instituciones, modelos de sociedad y criterios de justicia. Sin embargo, como en la historia operan numerosos sistemas de valores, estos procesos de materialización se pueden obstaculizar o, de forma contraria a ello, reforzarse mutuamente. Hay que comprender, además, que en la historia también interviene el azar, la naturaleza y todo aquello que nos ha legado la historia y la propia civilización, que también se comporta como una especie de naturaleza que, una vez solidificada, es difícil de modificar y nos impone sus propias condiciones. Así, que todo ello, más que un sistema organizado, parece más un sistema caótico y de resultados imprevisibles.

Systemprogramm: Mito e Historia

Los críticos del nacionalismo consideran que rebuscar en el pasado para diseñar una identidad nacional presente es ilegítimo. También consideran que los románticos y los idealistas formularon criterios que al final desembocarían en teorías biologicistas de la cultura. Esta crítica ha de ser considerada como un medio para corregir los errores de esos pensadores. Sin embargo, si se lleva a ciertos extremos, se convierte en una simplificación casi absurda de estas corrientes ideológicas postkantianas. De hecho, puede darse otra interpretación crítica del Romanticismo y del Idealismo más acorde y fidedigna del pensamiento romántico. Incluso existe una rama de la ciencia, la etnoecología, que considera que uno de los grandes problemas de las sociedades modernas es el de la desconexión con nuestras raíces tanto históricas como naturales, y considera que tiene una deuda impagable con el Romanticismo.

El espíritu del pueblo

Los críticos del nacionalismo suelen ridiculizar a los románticos y a su ideología. Uno de los elementos más atacados es el del “espíritu del pueblo”. De hecho, consideran que se trata de una hipóstasis fraudulenta que se concreta en una substancia metafísica vaga e imprecisa. Sin embargo, el término “espíritu del pueblo” es un elemento simbólico que quiere dar a entender una forma de comprender el mundo y la vida. En coherencia con ello, deberíamos identificar este término denostado con los sistemas de valores de las culturas. Así, el espíritu de un pueblo no sería otra cosa que sus valores. De hecho, es imposible que exista una persona o una comunidad o sociedad humana sin valores. Para fundamentar todo esto, me sirvo de una rama científica de las ciencias sociales: la psicología social de los valores. Así, algunos teóricos de esa rama del conocimiento, considera que, al menos, cada civilización, más allá de unos valores comunes, también tiene unos valores privativos y específicos.

Referencias teóricas e ideas clave de esta web

Las concepciones fundamentales sobre las que se sustentan las ideas que se defienden en este blog, así como en mis libros, se han construido fundamentalmente sobre los postulados que defienden Jaume Farrerons, Xavier Zubiri, Felipe Fernández-Armesto y Johann Gottfried Herder. En este sentido, podría decirse que se trata de una yuxtaposición de las doctrinas de estos tres autores, y eso aunque defiendan posiciones que en muchos aspectos se puedan calificar de opuestas. Sin embargo, esto no significa que ninguno de estos académicos tuviera que estar de acuerdo con mis conclusiones, ni que yo tenga que estar de acuerdo con las suyas. Este reconocimiento no significa que deba despreciarse la contribución de otros teóricos. En cualquier caso, debo dar las gracias a todos ellos porque sin sus ideas ese trabajo no habría sido posible

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad