Referencias teóricas e ideas clave de esta web

Las concepciones fundamentales sobre las que se sustentan las ideas que se defienden en este blog, así como en mis libros, se han construido fundamentalmente sobre los postulados que defienden Jaume Farrerons, Xavier Zubiri, Felipe Fernández-Armesto y Johann Gottfried Herder. En este sentido, podría decirse que se trata de una yuxtaposición de las doctrinas de estos tres autores, y eso aunque defiendan posiciones que en muchos aspectos se puedan calificar de opuestas. Sin embargo, esto no significa que ninguno de estos académicos tuviera que estar de acuerdo con mis conclusiones, ni que yo tenga que estar de acuerdo con las suyas. Este reconocimiento no significa que deba despreciarse la contribución de otros teóricos. En cualquier caso, debo dar las gracias a todos ellos porque sin sus ideas ese trabajo no habría sido posible

Referencias teóricas e ideas clave de esta web

Las concepciones fundamentales sobre las que se sustentan las ideas que se defienden en este blog, así como en mis libros, se han construido fundamentalmente sobre los postulados que defienden Jaume Farrerons, Xavier Zubiri, Felipe Fernández-Armesto y Johann Gottfried Herder. En este sentido, podría decirse que se trata de una yuxtaposición de las doctrinas de estos tres autores, y eso aunque defiendan posiciones que en muchos aspectos se puedan calificar de opuestas. Sin embargo, esto no significa que ninguno de estos académicos tuviera que estar de acuerdo con mis conclusiones, ni que yo tenga que estar de acuerdo con las suyas. Este reconocimiento no significa que deba despreciarse la contribución de otros teóricos. En cualquier caso, debo dar las gracias a todos ellos porque sin sus ideas ese trabajo no habría sido posible. Así, las tres teorías más importantes que se defienden en este proyecto de investigación son:  

La del Paradigma civilizador

En primer lugar, debemos hablar del origen de la teoría del Paradigma Civilizador, que se inspira en la idea de “llama espiritual” de la que habla Arnold J. Toynbee cuando trata de explicar lo que define una civilización. Como considero que en el núcleo de la espiritualidad están los valores, esta llama espiritual debe referirse a los valores y más concretamente a los sistemas de valores. Así, el elemento que definiría una civilización, en relación con y a diferencia de las demás, sería un sustrato axiológico particular que permanecería a lo largo del tiempo y mantendría una continuidad histórica. Una vez que este sustrato de valores ha desaparecido, también se puede decir que la civilización ha desaparecido. 

Esto, evidentemente, debe explicarse en tanto que existen incontables constelaciones axiológicas que no se corresponden con las civilizaciones, sino con los mapas de la realidad y los sistemas de interpretación del mundo y la vida que erigen entidades culturales, corporativas y sociales que, aunque forman parte de civilizaciones y sociedades, no son en sí mismas civilizaciones. 

Entonces, debemos explicar en sucesivos textos, en qué se distinguen los paradigmas civilizadores del resto de sistemas de valores. También deberemos explicar que lo que se mantiene a lo largo de la historia de las civilizaciones, en realidad, no son unos valores determinados y concretos, fijos e inmutables, sino, más bien, la dinámica lógica del despliegue de los valores de la cultura fundadora de la civilización en la historia. Esto significa que, en cierto modo, estos valores iniciales cierran el paso a determinadas posibilidades de desarrollo social y cultural en la historia de la civilización correspondiente, y permiten o incentivan otras.

La teoría de Los procesos históricos

En segundo lugar, debemos hablar de la teoría de Los procesos históricos. Los procesos históricos considera que la historia está conducida por los conflictos que se dan entre los sistemas de creencias y los sistemas de valores, en su lucha por erigir sociedades según los patrones de convivencia que defienden. Esta teoría no habría sido posible sin la concepción hegeliana del “despliegue de la Idea”, aunque lo que yo defiendo es sustancialmente diferente al criterio hegeliano, ya que considero que la historia no puede explicarse por el despliegue de la Idea, que implica necesidad y determinación, sino por el despliegue de los sistemas de valores, que no implica ninguna de estas dos cosas.

 En esta teoría también intervienen las consideraciones de Fernández-Armesto, Raymon Aron, Marx, Ortega y Gasset y Horton Cooley, así como otros autores que ponen un gran énfasis a la hora de concebir los procesos históricos y las relaciones sociales como los resultantes tanto de la intervención de los elementos naturales como de los materiales económicos e ideológicos. 

Como considero que tanto la dimensión espiritual como la material están estrechamente ligadas, aunque la idea primordial descanse en la perspectiva de los sistemas de valores, explico que la historia no puede estar únicamente determinada por los conflictos entre constelaciones axiológicas. En ella intervienen también la naturaleza, la materialidad civilizada como una forma de naturaleza artificial que impone sus condiciones y el azar resultante de los accidentes y conflictos culturales, ideológicos e institucionales.

La teoría de Las caras de la realidad

En tercer lugar, debemos hablar de la teoría de Las caras de la realidad, que considera que aunque la realidad tenga un carácter dominante y una estructura objetiva, como se despliega en innumerables y no sabemos si infinitas dimensiones, no se puede captar únicamente desde una única ideología, filosofía, religión o cultura. Esta teoría está inspirada en Herder, que consideraba que cada vez que desaparecía una lengua y una cultura desaparecía una forma de acceso a la divinidad. Yo, a diferencia de Herder, no considero que se trate de una forma de acceso a la divinidad, sino a la realidad. En este sentido, aunque acepto la presencia de lo sagrado, no remito lo sagrado a ningún dios, sino a la realidad misma.

Aunque la teoría de Las caras de la realidad se inspira, fundamentalmente, en Herder, se ha podido desarrollar gracias el estudio de la moderna etonecología. Si explicamos esta teoría en otros términos, podemos decir que cada cultura, ideología o sistema de creencias sería una forma particular de transitar por alguna de las dimensiones de la realidad, y si se pierde alguna de ellas, también se pierde el vehículo apropiado para explorar la dimensión por la que transita. 

Esta teoría, sin embargo, no quiere defender ningún criterio relativista, puesto que considera que la realidad es objetiva, aunque se despliegue en innumerables dimensiones. Tampoco niega que haya creencias falsas e incompatibles con la verdad y la realidad, o que se han alzado como una defensa cultural y psicológica o como una negación espiritual de aquellas partes de la realidad que no nos atrevemos a aceptar. De todas formas, incluso estas creencias falsas, aunque pasen con los ojos cerrados, también transitan por una dimensión específica y auténtica de la realidad, una dimensión que no quieren aceptar aunque estén delante de ella.

Los aspectos metodológicos

Metodológicamente, mis trabajos se sustentan sobre un principio básico, una idea instrumental y una cosmovisión.

El principio básico: No se puede forzar la realidad para encajarla en los conceptos

Como principio básico postulo que en ciencias sociales y humanas solo pueden establecerse conceptos claros y diáfanos a costa de forzar la realidad y degradarla a la condición de objeto relegado a un entorno de laboratorio, controlado y manipulado hasta tal extremo que pierde la condición de realidad para convertirse, meramente, en un escenario hipotético. 

Es muy loable que se trate de conceptualizar las realidades sociales de la forma más estricta posible para acercarnos todo lo posible a lo que entendemos como «ciencia». Sin embargo, es imposible tanto matematizar la vida humana como forjar conceptos estrictos, tal y como se podría hacer en las ciencias de la lógica, la matemática, la física, etc. Además, si reflexionamos un poco sobre la cuestión, también nos daremos cuenta de que en la física tampoco se puede trabajar con conceptos y teorías tan claras y diáfanas como puede hacerlo la investigación matemática. En realidad, no es que no trabaje con conceptos claros, sino que debe extraer los fenómenos naturales de su entorno para poder analizarlos sin perturbaciones. 

Aunque los conceptos que se implementan en las ciencias naturales son herramientas de comprensión del universo muy eficientes, que permiten proponer leyes explicativas de los fenómenos cósmicos de forma muy fiable, no tienen la capacidad real de captar la realidad en toda su magnitud. En este sentido, se puede decir que estas “leyes” extraen de la realidad todos aquellos elementos que puedan distorsionar el comportamiento de los fenómenos que quieren someter a estudio. Así, los aíslan del entorno en el que les correspondería estar, con el problema de que realmente no sabemos quién distorsiona los fenómenos, si la realidad, o los investigadores, creando escenarios hipotéticos y puros.

Esto no es ninguna crítica, puesto que es el único camino posible que pueden seguir los científicos. De otra manera, si tuvieran que contar con todas las variables que se dan en el universo y que condicionan el comportamiento de los fenómenos, no se podrían erigir muchas investigaciones y no podrían estudiar nada. Por ello, están obligados a trabajar en entornos ideales y, probablemente y en cierto modo, metafísicos. Y si en el campo de la cosmología científica y la física ya nos encontramos con estos problemas, imaginémonos con qué problemas nos podemos encontrar cuando vayamos a estudiar la cultura.

En los campos de conocimiento de las ciencias sociales también se aplican metodologías matemáticas, como la estadística. La estadística puede ser muy útil para entender muchos elementos del comportamiento humano, pero fenómenos como las civilizaciones, la sociedad, la comunidad, la nación, la cultura, etc., escapan a cualquier intento de conceptualización y matematización, porque son entidades mucho más difusas y vagas.

Si pensamos que nadie se atrevería a dibujar los límites exactos que separan las galaxias del espacio intergaláctico o el bosque boreal de la tundra, ¿cómo nos atreveríamos a separar las culturas? De hecho, todas las culturas tienen un sustrato común inalienable, que procede de la relación más directa de las sociedades con la condición dominante de la realidad. Pero, no podemos negar que existen elementos culturales más allá de ese sustrato compartido, de manera que considero que estamos obligados a separar las culturas para entenderlas y para entender la humanidad. 

Por todo ello, estipulo que el único camino viable para transitar en el mundo de las ciencias humanas es, en primer lugar, el de aceptar que solo podemos estudiar las realidades humanas de forma aproximativa. En segundo lugar, que únicamente podemos observarlas y estudiarlas desde perspectivas y conceptualizarlas desde los puntos de observación metodológicos que puedan parecernos más útiles para estudiar y analizar los fenómenos que tratamos de investigar. 

Este punto de observación debe ser la atalaya que nos permita desvelar todos aquellos aspectos de la realidad que queramos estudiar y poner de manifiesto. Este principio es absolutamente coherente con nuestra teoría de las caras de la realidad. De esta forma, trataremos, únicamente, de establecer conceptos útiles e instrumentales que saquen a la luz de la comprensión humana todos aquellos aspectos y propiedades de la realidad cultural que sean realmente significativos para nuestros propósitos. Trataremos, además, de ser coherentes con este punto de vista, ya que desde él también podemos encontrarnos con elementos y fenómenos que contradigan nuestras teorías. Se han de analizar, y no podemos despreocuparnos de ellos.

La idea instrumental: Los mapas de la realidad

Antony D. Smith, investigador del fenómeno cultural del nacionalismo, ya utiliza la idea de “mapas de la realidad”, aunque no de forma tan sistemática como hago yo, puesto que es clave en mis trabajos. Un mapa de la realidad no es otra cosa que un sistema de creencias, pero hablar de mapas de la realidad en lugar de sistemas de creencias nos ayuda muchísimo a entender la función cultural de los sistemas de creencias y conocimiento. 

Los sistemas de creencias son una representación de la realidad y, como tales representaciones, nos ubican en un lugar determinado de la realidad y nos permiten movernos por ella sin perdernos. Cuanto más eficientemente ubiquemos las cosas de la realidad en los mapas, mejor nos moveremos por la vida y mejores resultados obtendremos.

Podemos hacer una comparación con la medicina. La medicina medieval podía curar muchas enfermedades, pero estaba impotente frente a innumerables infecciones porque desconocía la existencia de virus y bacterias. Desde el momento en que ubicamos estos objetos en los mapas de conocimiento médicos, pudimos encontrar remedios y nuestras posibilidades de supervivencia mejoraron notablemente. 

Como en muchos campos del conocimiento todavía nos movemos con mapas deficientes de la realidad, aún estamos incapacitados para solucionar muchos problemas. Este sería el caso de la economía o de otros muchos campos del conocimiento social y natural, ya que, por ejemplo, no se pueden predecir ni combatir efectivamente crisis económicas, ni las erupciones volcánicas ni muchos otros fenómenos sociales o naturales, como con todo aquello relacionado con el cáncer.

La cosmovisión: El marco de referencia

Todas las teorías que se defienden en mis textos se han podido desarrollar y relacionar gracias al marco de referencia, que considera que la realidad se caracteriza por su condición dominante (la deidad), implementado por Zubiri pero aplicando las modificaciones introducidas por Jaume Farrerons, que no cree necesario que detrás de la deidad deba haber ninguna divinidad. De este aspecto de nuestros trabajos hablaremos en el apartado correspondiente al marco de referencia.

 

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