El liberalismo 5. El libertarianismo

Desigualdad y justicia

El libertarrianismo es una de las visiones más extremas dentro de las ideologías liberales, ya que reduce la internveción estatal casi a la nada. Hay quien piensa que la desigualdad económica es injusta y considera que se deben fijar impuestos a la riqueza para compensarla. En contraposición con esta idea, encontramos aquellos que creen que no hay ninguna injusticia con este tipo de desigualdad siempre que no haya sido causada por ninguna actividad fraudulenta. Así discurren los libertarianos, que postulan que no se puede imponer ningún tipo de limitación a los mercados. Pero esta creencia no se fundamenta en la defensa de la eficiencia económica, sino en la de la libertad humana. En su defensa de la libertad, los libertarianos oponen a cualquier forma de intervención del estado y defienden que cada uno tiene el derecho de hacer lo que considere conveniente siempre que respete el mismo derecho al resto de individuos. Así, sólo sería legítimo un estado que obligara a cumplir los contratos. Si fuera más allá, no tendría ningún tipo de justificación moral ni legitimidad. Coherentemente con este principio, el libertarianismo se opone al paternalismo y a las leyes que protegen a las personas de cualquier daño que se puedan hacer a sí mismas, por ejemplo: las que nos obligan a ponernos el cinturón de seguridad. También se opone a que se legisle sobre moral y sobre la redistribución de la renta, ya que piensan que los impuestos son un robo. La filosofía libertariana no tiene nada que ver con ningún tipo de conservadurismo, ya que defienden el derecho de aborto y de los homosexuales[1]

[1]Sandel. Michael J. Justicia. ¿Hacemos lo que debemos? Barcelona. Debate (Mondadori). 2011. Pàgines digitals 36-39

Nozick y los derechos individuales

Uno de los libertarianos más destacados es Robert Nozick. Defiende hasta sus últimas consecuencias los derechos individuales. Considera que el único estado que se puede tolerar es el de mínimos, y que su función primordial es la proteger los contratos. No piensa que haya ninguna injusticia en la desigualdad económica. Lo único que hay que saber es si los medios por los que se ha obtenido la riqueza han sido o no adecuados. Si, por ejemplo, han sido robados o se han adquirido como producto de la fuerza o la coacción, no se disfrutará de ningún derecho sobre ella. Si la riqueza se ha ganado como resultado de intercambios libres o donaciones, es totalmente aceptable. Los partidarios de la redistribución consideran que en todos estos principios hay una absoluta falta de consideración hacia los menos afortunados. Nozick les daría parcialmente la razón, pero, aunque hay que lamentar la pobreza, considera que no hay ninguna razón legítima para obligar a los ricos a ayudar a los pobres o a pagar impuestos. Se le puede objetar que la riqueza nunca es producto de un trabajo en solitario, que no se puede obtener forma individual por lo cual siempre es el resultado de una cooperación social. Por este motivo, es justo que haya una distribución equitativa. Pero, aunque se trabaje en equipo, respondería Nozick, a todos se le paga por el valor del mercado, y a ninguna persona se le obliga a colaborar. Se le puede recordar que, en una democracia, en el fondo, no se cobran impuestos de forma obligada. Todos los ciudadanos participan en la creación de las instituciones y leyes y que, en consecuencia, todo el mundo las ha aceptado cuando acepta vivir arropado por esta sociedad. Pero los libertarianos opinan que el consenso democrático no garantiza un sistema de legitimidad suficientemente válido, y que de él no se puede derivar, directamente, que te cobren impuestos, ya que has podido votar en contra las leyes que los establecen.

El mérito, las facultades individuales y la igualdad

Finalmente, se puede considerar que la acumulación de riqueza es producto de la suerte de haber nacido con unas facultades determinadas, pero esto no es ningún mérito, como tampoco es ningún demérito haber nacido con alguna discapacidad. Sostener esto, contestarían los libertarianos, es como suponer que tus habilidades y aptitudes no son realmente tuyas, y eso nos llevaría a un punto extremadamente peligroso, ya que se privaría a las personas del derecho de disfrutar de sus facultades y a negar que sea el auténtico propietario. ¿Y si nosotros no somos los poseedores de nuestras facultades, quien lo es? ¿Se puede atribuir a la comunidad política el dominio de los dones de los ciudadanos? La idea de ser dueños de nosotros mismos es uno de los principales argumentos a favor de la libertad de elección. Si soy el dueño de mi cuerpo, de mi vida y mi persona, debería ser libre para hacer lo que quiera con ellas. Esta idea nos puede parecer impecable, pero puede acarrear consecuencias inesperadas, como que las personas, por ser miserablemente pobres, vendan susórganos, o que npuedan ofrecerse para ser devorados en un ritual caníbal, como ya ocurrió en 2001 en Rotenburg[1].

[1]Sande.l Michael J. Justicia. ¿Hacemos lo que debemos? Barcelona. Debate (Mondadori). 2011. Pàgines digitals 39-45

Este texto se basa en un resumen del libro de Sandel: ¿Hacemos lo que debemos?

 

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