El liberalismo 4. Anarquismo y liberalismo

En el capítulo anterior omití, cuando ubicaba el liberalismo dentro de toda la cadena de sistemas de creencias políticas en relación con el grado intervencionismo estatal que admitían, una corriente determinada y muy influyente durante el siglo XX. Lo hice porque tiene muchas cosas en común con la versión más extrema del liberalismo: el anarcocapitalismo, aunque a la vez tenga divergencias importantes con él. Pero no lo omití por esta razón, sino por el hecho de que no veía la manera de situarlo correctamente en esa escala, cosa que demuestra que este método de gradación no acaba de funcionar como herramienta de interpretación de la realidad de las ideas políticas.  El problema es que, por un lado, el anarquismo es colectivista, y se manifiesta anticapitalista, cosa que lo sitúa en contra del liberalismo y, por otro, aborrece la presencia del estado, como le pasa a los liberales más extremistas.

Ya vimos que el anarcocapitalismo rechaza la presencia del estado, y una de las razones que da es que el estado acaba debilitando los lazos sociales. Si el estado se ocupa de todo y resuelve todos los problemas, los individuos acaban abdicando de toda responsabilidad y cooperación. Si no hay estado, el individuo se ve obligado a cooperar y por este motivo los lazos sociales se refuerzan.

Curiosamente, esta es una de las razones que da un libertario célebre. Es, además, uno de los intelectuales más importantes de esta corriente de pensamiento. Se trata de Rudolf Rocker, que propone que la voluntad de poder es uno de los motores primordiales de la historia. Lo más significativo, en relación con el estado, es que considera que las aportaciones más importantes a la cultura se dan en los momentos en los cuales el poder político está más debilitado. El poder, considera, se nutre de la descomposición de la comunidad. Así, dominación y coacción externa siempre aparecen cuando los vínculos comunitarios arruinan. Además, cree que la ruina de la comunidad en el Renacimiento facilitó la creación de las naciones y los estados nacionales.[1] En este sentido, la nación no es nada más que la consecuencia de una aspiración de dominio.

Por su parte, el liberal Elie Kedourie, uno de los más feroces críticos del nacionalismo, expresa que el nacionalismo no facilita, en zonas mixtas (allí donde hay diversidad cultural), las relaciones entre grupos diferentes. En tanto que define fronteras y redistribuye el poder político para favorecer las necesidades y exigencias de una nacionalidad en particular, acostumbra a generar caos donde antes había equilibrio. Además, desde el momento en que no acepta compromisos, en lugar de aumentar la estabilidad y la libertad política, genera enemistades y tensiones[2].

Sin embargo, los liberales (particularmente los anarcopitalistas) y los libertarios no lo comparten todo. Mientras los anarcopitalistas y los minarqustas defienden la propiedad privada, incluso la de los medios productivos. Los libertarios, sin embargo, entienden que ésta debe estar en manos de cooperativas y federaciones trabajadores, estableciendo un criterio colectivista antiliberal

Miguel Alexandrovitsch Bakunin, considerado como el máximo exponente de la corriente anarquista colectivista, nació en el año de 1814 en la hacienda de Pryamuchino, en Rusia. Cursó sus estudios en San Petesburgo, en la Escuela de artillería. Para el año de 1840, viaja a Alemania, donde profundizaría sus estudios filosóficos en la Universidad de Berlín. En Alemanía entraría en contacto con los círculos socialistas por los que sería fuertemente influenciado.

BAKUNIN, MIJAIL. FEDERALISMO, SOCIALISMO Y ANTITEOLOGISMO- MIJAIL BAKUNIN (Spanish Edition) . Edición de Kindle. Introducción de Chantal López y Omar Cortés

Aún así, debemos matizar este hecho, porque el liberalismo no se opone a que las personas se asocien y creen sindicatos y organizaciones para dirigir y colectivizar empresas o fábricas. No encuentra ningún problema cuando esta colectivización sea de caracter libre y no se trate de una norma general y obligatoria. Al mismo tiempo, como se deduce de la cita, dentro del anarquismo, la colectivista es una corriente. Buscaré información acerca de si existe alguna corriente no colectivista y ampliaré el artículo. Si fuera así veríamos que trazar una frontera entre anarquismo y liberalismo seria bastate más difícil.

Pero lo más significativo es que la concepción de la libertad anarquista es absolutamente contraria a la liberal, porque rechazan el individualismo:

La libertad de los individuos no es un hecho individual; es un hecho colectivo, un producto colectivo. Ningún hombre podría ser libre al margen y sin el concurso de toda la humana sociedad. Los individualistas, o los falsos hermanos que hemos combatido en todos los congresos de trabajadores, han pretendido, juntamente con los moralistas y los economistas burgueses, que el hombre podía ser libre, podía ser hombre, al margen de la sociedad, pues han dicho que la sociedad fue fundada por un contrato libre de hombres anteriormente libres[3].

[1] Rocker, Rudolf. Nacionalismo y cultura. Edición cibernética. Editada per Chantal López i Omar Cortés. 2007. Capítulo V (volumen 1). La aparición del estado nacional.

[2] 1Kedourie, Elie. Nacionalismo. Madrid. Centro de Estudios Constitucionales. 1988. p. 89.1

[3] Bakunin. La Libertad. Buenos Aires. Proyección. 1975. P. 20

 

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