Los procesos históricos
La historia no puede entenderse a partir de un único proceso. Se ha de entender, más bien, como la concatenación o interacción de múltiples procesos. En ella intervienen gran cantidad de factores, y cada uno de ellos puede compararse con una piedra que se desprende pendiente abajo por las faldas de la montaña, que va chocando con las demás y que por esta causa se desvía de su camino natural. Así, en su conjunto, todo el mecanismo de la historicidad puede compararse a una avalancha que después se depositará sobre el terreno, formando el momento actual. Uno de estos factores es el de los valores. Los valores, a través de los sistemas de creencias, se materializan en instituciones, modelos de sociedad y criterios de justicia. Sin embargo, como en la historia operan numerosos sistemas de valores, estos procesos de materialización se pueden obstaculizar o, de forma contraria a ello, reforzarse mutuamente. Hay que comprender, además, que en la historia también interviene el azar, la naturaleza y todo aquello que nos ha legado la historia y la propia civilización, que también se comporta como una especie de naturaleza que, una vez solidificada, es difícil de modificar y nos impone sus propias condiciones. Así, que todo ello, más que un sistema organizado, parece más un sistema caótico y de resultados imprevisibles.