LOS PROCESOS POLÍTICOS DE VOTACIÓN EN UNA DEMOCRACIA. Apuntes de la Universidad de Barcelona. (1996)

LOS PROCESOS POLÍTICOS DE VOTACIÓN EN UNA DEMOCRACIA

En este capitulo analizaremos de modo más pormenorizado, las reglas de votación tradicionales, junto con algunas de las nuevas aportaciones en este campo, que tratan de superar los inconvenientes observados en los sistemas comúnmente empleados. Al filo de la línea de trabajo emprendida evitaremos toda complejidad matemática, sirviéndonos de ejemplos que permiten una exposición clarificadora de los temas a tratar

La unanimidad absoluta y relativa de Wicksell

El gran economista sueco Knut Wicksell fue el primero en plantearse el hecho de que en un proceso democrático de votación, con igualdad para todos los individuos, la regla de la mayoría no constituye una solución para el dilema de la elección social. Sólo una unanimidad absoluta, que implica que el cien por cien de los individuos están plenamente de acuerdo en la opción a escoger, garantiza una solución perfectamente consistente con las preferencias individuales de todos los miembros de la colectividad. Puede asegurarse que una decisión tomada con la aquiescencia de todos los miembros de una comunidad constituye una solución óptima en términos paretianos, pues es lógico suponer que todo cambio que representa una mejora para uno o varios individuos, sin perjudicar al resto, gozará de una aceptación generalizada.

Por otra parte, no puede negarse que, a pesar de ser un procedimiento técnicamente perfecto, es imposible adoptarlo como regla general de decisión, particularmente en lo que se refiere a las actividades gubernamentales.            Con objeto de que toda decisión colectiva, por ejemplo, sobre política presupuestaria no se vea bloqueada por un solo voto negativo, el propio Wicksell se vio en la necesidad de considerar la existencia de una solución de  second-best, o viceóptimo, que calificaba como Regla de Unanimidad Relativa, caracterizada por la exigencia de una mayoría cualificada o reforzada para la aprobación de las medidas de índole presupuestaria que se consideren.

Este sistema supone una aproximación máxima a las preferencias individuales, con la eliminación del poder de veto existente en la aplicación de la regla de unanimidad absoluta. En definitiva, la determinación de la mayoría cualificada debe realizarse en el buen entendido de que a medida que nos aproximamos a la unanimidad absoluta aumentan las posibilidades de que se produzca un veto colectivo, provocado por la votación estratégica de un determinado grupo de interés.

La regla de la mayoría

Entre los diversos sistemas de votación existentes, el método de la mayoría es el utilizado con más frecuencia, en sus dos variantes: la mayoría absoluta y la mayoría simple o relativa. Si se someten a votación diversas propuestas y no se establece la obligatoriedad de que exista un acuerdo entre más de la mitad de los miembros del colectivo votante, bastando con que una mayoría integrada por menos del 50 por 100 de los votantes apoye una determinada alternativa, pueden aparecer mayorías victoriosas para opciones contradictorias.

Según el profesor Bruno S, Frey, la regla de la mayoría simple presenta tres grandes ventajas:

            1) Una equidad absoluta en cuanto a poder de decisión de los diferentes individuos, ya que sigue la conocida máxima de «una persona, un voto»

            2) La sencillez operativa del sistema evita cualquier tipo de problema en su conocimiento e interpretación. Ello repercute en su alto grado de aceptación entre los votantes y en una reconocida legitimación general.

            3) En el caso de que se consideren únicamente dos alternativas, los costes de organización y funcionamiento del sistema son mínimos. Si se consideran más de dos alternativas, tampoco, se complica en exceso el procedimiento, ya que existe la posibilidad de enfrentar las diversas alternativas dos a dos y declarar como vencedora a aquella que derrota a todas las demás. Es el procedimiento conocido como «cuenta de Condorcet”.

Sin embargo, la regla de la mayoría simple no está exenta de limitaciones, entre las que podemos destacar las siguientes:

  1. A) Del hecho de que cualquier alternativa puede ser derrotada por cualquier otra, en el caso de que existan más de dos, se deduce la posibilidad de que se produzcan resultados inconsistentes, como consecuencia del fenómeno de las mayorías cíclicas. Esta circunstancia se ha examinado detenidamente al estudiar el teorema de la imposibilidad de Arrow.
  2. B) Las preferencias de los votantes se recogen exclusivamente desde un enfoque ordinal, ya que las posibilidades que contempla la votación, afirmativa, negativa o abstención, no permiten tener en cuenta la intensidad de las preferencias de los votantes.
  3. C) Como consecuencia del alejamiento de la regla de la mayoría simple, con respecto a la de la unanimidad absoluta wickselliana, es muy probable que se perpetúe una situación de status quo en la que una mayoría estable explote continuamente a las minorías.
  4. D) Debido a que la posibilidad de que el voto de un individuo sea decisivo es, normalmente, muy pequeña, existen pocos incentivos para que el votante trate de obtener una información lo más completa y exacta posible sobre la cuestión a debatir, e incluso para que no opte por abstenerse.
  5. E) El comportamiento insolidario, o egoísta, de todos los votantes, ante cualquier decisión de tipo colectivo (comúnmente conocido como el del usuario que no paga o free-rider), favorece la existencia de votaciones estratégicas que pueden tener una influencia positiva sobre el proceso de votación.
  6. F) Existen ciertas posibilidades para la manipulación de los procesos de votación, a través de la regla de la mayoría simple.

El intercambio de votos («logrolling»)

Como consecuencia del análisis anterior, puede afirmarse que existen grandes problemas para la aplicación de los modelos de votación estudiados. Parece necesario, por lo tanto, la consideración de la existencia de una serie de reglas de votación alternativas que permitan superar limitaciones de los modelos que hemos analizado.

A continuación estudiaremos brevemente el modelo de logrolling, o del intercambio de votos, al que james M. Buchanan y Gordon Tullock se han referido extensamente y que parte del examen de un modelo de mayoría simple en el que se permite que los sujetos puedan comprar y vender sus votos.

En el modelo se supone que determinados grupos de personas se sentirán motivadas a intercambiar sus votos ante determinadas cuestiones, con el fin de asegurarse un apoyo mayoritario para las opciones que supongan la obtención de ventajas especiales para los colectivos que los representan.

Si consideramos la existencia de determinadas políticas presupuestarias alternativas, cada votante individual realizará una ordenación de las distintas posibilidades según sus preferencias, y asignará a cada una de ellas una intensidad relativa en sus preferencias.

Aplicando el concepto de racionalidad económica, en sus términos más sencillos, un votante debería proceder al mencionado intercambio hasta alcanzar una situación en la que el coste que le suponga un voto adicional a favor de una alternativa contraria a sus intereses se iguale con los beneficios adicionales esperados del hecho de que otros individuos voten a favor de una propuesta situada en un nivel alto de su escala de prioridades, con lo que obtendrá unos determinados beneficios netos como consecuencia del proceso.

El intercambio de votos puede realizarse a la luz pública («logrolling explícito») o de forma secreta («logrolling implícito»). El funcionamiento del «logrolling implícito» presenta algunas características diferenciales. En vez de votar separadamente las diversas alternativas es posible votarlas conjuntamente en su totalidad.        La misión del político, o del gobernante, consiste en diseñar un programa conjunto de propuestas que recoja las preferencias de los ciudadanos y la intensidad relativa de éstas y que, por lo tanto, sea aceptado por una mayoría de votantes.

La situación más clara de ‘logrolling implícito» está representada por el comportamiento que adoptan los partidos políticos ante las elecciones generales.

Resulta de gran interés plantearse a continuación el proceso empleado para determinar los proyectos que, con posterioridad, serán debatidos en la asamblea legislativa. Según Tullock, pueden considerarse dos casos distintos. En el primero se supone que es el propio poder ejecutivo, encarnado en los miembros del gobierno, el que adopta las decisiones básicas en las cuestiones políticas. La otra posibilidad que considera Tullock es el procedimiento de adopción de decisiones básicas a través del aparato del partido, configurado por una serie de comités elegidos para la preparación, discusión y presentación de determinados proyectos.

Estos comités no controlan realmente la actuación del partido en el gobierno ni la de los partidos en la oposición, aunque es evidente que tienen una gran influencia sobre su política, debido a que los miembros del gobierno y de la oposición mantienen determinadas posiciones gracias al apoyo de una mayoría de estos comités.

Una situación de perdida de bienestar para la sociedad no sería posible con ese enfoque.  Si como consecuencia del proceso de negociación, un individuo espera la generación de pérdidas, su comportamiento racional le inducirá a no intercambiar sus votos.

La regla de la mayoría reforzada

Hasta el momento estamos considerando el fenómeno del intercambio de votos desde una perspectiva marcadamente individualista, mediante la cual se ha podido determinar en qué situaciones tratarán los individuos de intercambiar sus votos, en función de los costes y beneficios esperados de su acción. Ante todo es preciso plantearse la posibilidad de que pueda escogerse cualquier regla de votación, en base al grado de acuerdo requerido para la toma de una decisión, desde la aceptación de una sola persona para que sea aprobada una propuesta hasta la exigencia de la unanimidad absoluta para la toma de decisiones colectivas.

Esta situación sería cierta siempre mientras pudiéramos suponer que los procesos de negociación son instantáneos y completamente gratuitos. Como en realidad esta hipótesis dista mucho de ser cierta, es preciso abandonarla en favor del supuesto más realista, de que existen unos costes asociados a toda negociación.

Obviamente, la regla de votación óptima para la sociedad será aquella que represente el mínimo de los costes totales. No existe ningún argumento que permita asegurar que dicho mínimo se dará sobre el punto del 50 por 100, es decir, en la regla de la mayoría absoluta, ni sobre cualquier otro porcentaje que represente otras reglas de mayoría.

En definitiva, hemos apreciado que existe una tendencia generalizada, que se está convirtiendo en doctrina ortodoxa  en el campo de la Hacienda Pública, hacia la convergencia en la regla de la mayoría reforzada, a la que se llega desde los dos extremos del arco de población exigido para la toma de un acuerdo social: desde las mayorías simples más reducidas a la regla de la unanimidad absoluta wickselliana. Con esto no queremos decir que no existan otras posibles reglas de votación que presentan ventajas comparativas con respecto a las habituales.

Reglas alternativas de votación

A pesar de que los sistemas habitualmente empleados en los procesos de elección de cualquier ente colectivo son los que hemos analizado previamente, la existencia de un conjunto de problemas y de limitaciones que les son inherentes ha provocado que los estudiosos de la materia hayan propuesto una serie de reglas de votación alternativas que permitan evitarlos. Sin ánimo de ser exhaustivos, abordaremos la descripción y el estudio de algunas de estas reglas que, por sus características específicas, presentan un mayor grado de interés con respecto a los objetivos de este capítulo.

Siguiendo la exposición de Duncan Black, y suponiendo que nos encontramos ante un número N de alternativas mutuamente excluyentes, para un N mayor que tres, la elección puede realizarse a través de los siguientes procesos alternativos, además de por los sistemas de unanimidad y mayoría:

Regla de pluralidad. Es elegida la alternativa situada en primer lugar en la ordenación de preferencias de un mayor número de votantes.

Criterio a cuenta de Condorcet. Se elige la alternativa que triunfa sobre todas las demás, en votaciones entre pares de alternativas, resueltas por la regla de mayoría.

Recuento de Borda. En este sistema, el votante debe realizar una ordenación de sus preferencias por las N alternativas posibles, dándoles una puntuación entre 1 y N, en función de su situación dentro del orden de preferencias: N puntos para la primera, N-1 para la segunda y así sucesivamente, concediendo 1 punto a la última alternativa.

Votación exhaustiva. En una primera votación, los electores indican cuál de las N alternativas ocupa el último lugar en su ordenación de preferencias, siendo eliminada aquella alternativa citada por el mayor número de votantes. A continuación se repite el proceso para las N-1 alternativas restantes, y se continúa el mismo procedimiento hasta que quede una única alternativa, que es la vencedora

 Voto de aprobación. Este procedimiento. introducido por Brams y Fishburn, consiste en que cada votante se pronuncia en favor de todas aquellas, entre las N alternativas, a las que otorga su aprobación. la propuesta que obtenga un mayor número de votos será la vencedora.

Está claro que cada uno de los sistemas propuestos goza de una serie de propiedades particulares que determinan su efectividad. Dados los propósitos de nuestro estudio, creemos que la exposición realizada de los diversos sistemas es suficiente para comprender el desarrollo de las reglas de votación.

Algunos procedimientos nuevos para la votación

El creciente interés despertado por los temas concernientes a las elecciones colectivas y por los procedimientos utilizados en ellas se ha visto reflejado por la aparición, en los últimos años, de una serie de métodos de votación que tratan de eliminar, o cuando menos de paliar, algunos de los problemas detectados en las reglas de votación tradicionales. En esta sección analizaremos alguna de las propuestas más relevantes en este sentido.           

Votación probabilística. Existen dos reglas alternativas para una votación de este tipo. Si la votación se adapta a la forma de referéndum, en una primera fase se contabilizan los votos favorables a cada una de las alternativas para, posteriormente, determinar la elección social a través de un procedimiento aleatorio basado en la atribución de un determinado número de probabilidades a cada alternativa, de acuerdo con el porcentaje obtenido en la primera votación.

Existe otra modalidad de la votación probabilística, que es la basada en la votación por puntos, y que consta de tres fases. En la primera los votantes asignan un número de puntos determinado a las alternativas existentes, de acuerdo con la intensidad de sus preferencias. En la segunda fase, las probabilidades individuales expresadas, mediante las diversas puntuaciones, son agregadas calculando la media ponderada de los puntos obtenidos por cada una de las alternativas. Por último, la elección social se determina a través de un procedimiento aleatorio basado en las probabilidades agregadas de las propuestas.

Votación por medio de veto. Partiendo de la idea de que la votación por unanimidad es el único procedimiento que permite que las decisiones colectivas reflejen exactamente las preferencias individuales, no pueden olvidarse algunas de las grandes limitaciones que presenta esta regla para la revelación de las preferencias acerca de las decisiones colectivas.

Dennis C. Müelle ha estudiado a fondo la problemática subyacente a la regla de la unanimidad y ha llegado a la conclusión de que las dificultades enumeradas pueden atribuirse al hecho de que no existen responsabilidades individuales, con respecto a la formulación de propuestas, y a la inexistencia de limitaciones, con respecto al número de vetos que puede realizar cada votante en perjuicio de su derecho. La descripción del proceso puede realizarse en dos etapas. La primera etapa considera la presentación de una propuesta concreta por parte de cada votante. En una segunda etapa, y en base a procedimientos aleatorios, por ejemplo a una tabla de números elegidos al azar, se determina el orden de las votaciones, se hace público y comienza la votación, teniendo en cuenta que cada votante eliminará, o vetará, una y sólo una de las propuestas existentes. Mediante este sistema no se elimina la necesidad de que cada votante establezca comparaciones interpersonales de utilidad, ya que es necesario que cada uno de ellos valore los beneficios que su propuesta supone para los demás votantes, así como los beneficios que éstos pueden obtener de las otras opciones.

El propio Müeller pone de relieve alguna de las propiedades deseables que presenta este sistema. Entre ellas destaca el hecho de que la decisión social será óptima, en sentido de Pareto, siempre que se suprima la alternativa del status quo.

Tal como hemos comentado previamente, la revelación de las preferencias individuales no estará sesgada a favor de determinados individuos, ya que cada votante se ve obligado a realizar comparaciones interpersonales de utilidad si desea que su propuesta no sea rechazada rápidamente. Esto no quiere decir que el sistema esté libre de defectos. Queda claro que la votación por medio de veto se ve sometida a algunas de las dificultades características de otras reglas de votación alternativas, como, por ejemplo, a la de la disminución de incentivos a participar en el proceso, a medida que aumenta el número de votantes.

Votación por la introducción de un impuesto

Partiendo de la base de que el resultado de una votación implica una distribución de sus consecuencias entre todos los individuos, podemos considerarlo como un bien público para todos los ciudadanos-votantes que participan en el proceso. Ante la presencia de determinadas alternativas, los votantes deben valorar cada una de ellas, en términos monetarios, en función de los beneficios que esperan obtener.      Por este método, el votante que paga el impuesto siempre lo hará por un importe igual o inferior a los beneficios que recibe.

De ello se advierte inmediatamente que, con la aplicación de una regla de votación como la que acabamos de exponer, el comportamiento de un votante racional le inducirá a revelar sus verdaderas preferencias, como estrategia que le reportará unos mayores beneficios.

Junto a las reglas de votación examinadas podrían incluirse algunas otras de entre las muchas que últimamente se están desarrollando, pero la breve muestra que hemos considerado puede aceptarse como un ejemplo de los esfuerzos que están llevando a cabo los especialistas para encontrar una regla, o reglas, de votación que a partir de las preferencias individuales permitan la obtención de decisiones sociales que maximicen el bienestar de todos los componentes de la colectividad.

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