Sobre el nacionalismo se han escrito numerosos libros y parecía que todo lo que se podía decir acerca de este singular movimiento político y cultural ya estaba dicho, pero cualquier fenómeno político y social presenta numerosas facetas o caras, y también afecta a numerosas esferas y dimensiones de la vida. Por esta razón, debe considerarse que todavía se pueden revelar una multiplicidad de aspectos sobre la cuestión que quizá hayan pasado desapercibidos a los historiadores.

Académicos reputados consideran que ubicar las naciones antes del siglo XIX es un error, ya que el nacionalismo es hijo de la modernidad, y no podría haber aparecido en otros momentos anteriores porque no se daban las condiciones sociales, culturales y económicas necesarias para producirlo. Por lo tanto, parece que aquellos que hablan de las naciones medievales no entienden correctamente el concepto de “nación”. Básicamente, debe estipularse que la nación es la resultante de la evolución de los procesos de producción y administrativos modernos, la Ilustración y también del Romanticismo, por lo que no puede ser una entidad anterior a la modernidad.

Teóricamente y aunque esta idea se pueda discutir, hay dos tipos de naciones: la cívica y la cultural. Algunos especialistas creen que la nación cultural, como hija del Romanticismo, sólo puede ser el producto de conceptos erróneos, desfiguraciones de la historia y sentimientos fugitivos. Pero la tesis defendida aquí es que incluso la nación cultural tiene un enorme gradiente racional. De hecho, el Romanticismo es un producto derivado de la Ilustración, y nunca renunció ni a este movimiento cultural ni a la racionalidad. Los románticos simplemente pensaban que la Ilustración había cometido un gran error: que había olvidado el lado emocional de la vida, ya que un hombre sin pasiones no puede ser considerado verdaderamente humano. Por esta razón, pensaron que era necesario encontrar un equilibrio entre la razón, el mito y el sentimiento.

El rector final de la vida, sin embargo, tenía que ser la racionalidad, ya que, de lo contrario, las pasiones podían imponernos su tiranía. Esto también significaba que la nación, incluso para los románticos, tenía que ser un producto de la racionalidad, incluso si no podía ser desvinculada de la pasión y el sentimiento.

En consecuencia, tanto si pensamos que el nacionalismo deriva de las revoluciones ilustradas, en su contexto cívico, como si se deriva del Romanticismo, en su contexto culturalista, y convenimos que cada nación debe ser cohesionada sobre un sistema moral común, debemos argumentar que este sistema moral debe ser racionalmente fundado. Esto significa que debe partir de vínculos éticos racionales, explícitos y perfectamente conocidos y comprendidos. La nación, en este sentido e incluso si es un tipo de comunidad, debe ser una comunidad moderna muy diferente de la antigua comunidad.

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